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Premio Honorífico

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D. José Pérez Martín
(1935-2000)

    En el curso de uno de aquellos memorables espectáculos que nos tocó presentar en el antiguo parque San Francisco, se nos ocurrió comentar una vez desde el escenario:

    Si les preguntáramos quién es José Pérez Martín, seguro que muchos de ustedes no sabrían contestar. En cambio, si pidiéramos que levanten la mano los que sepan quién es Pepe el de Arcón…

    Y en ese momento, casi sin terminar la frase, muchas manos de espectadores, en sillas o en el graderío, respondieron a la petición y el recinto se convirtió en una entusiasta expresión de júbilo culminada con una sonora ovación cuando requerimos la presencia de Pepe que, apresuradamente, salió a saludar, con vergüenza y casi sin querer, haciendo esos ademanes propios de cuando te coja, te voy a arreglar.


   Así era él, de modesto, de querer pasar inadvertido, porque era consciente de que su sitio y su función eran otros. Después de su etapa en aquel establecimiento de antigüedades de la calle Blanco, José Pérez Martín se incorporó a los servicios municipales, donde haría de casi todo, atención al protocolo incluida. Se dedicó a la ornamentación, a la confección de cuadros y paneles, hacía juegos y combinaciones florales, pintaba y maquillaba… Y dada su vena artística, pintaba cuadros y frescos que incorporaba a escenarios o fondos donde era fácil descubrir su sello de clasicismo, sus inconfundibles retoques en paisajes urbanos o de rincones portuenses, algunos de los cuales recobraban vida para gozo y deleite de aquellos que los reconocían.

    Pepe dibujaba y trazaba con esmero, casi desoyendo las fotografías antiguas que alguien le traía para que asimilara o reprodujera ambientes, estampas y filigranas. Flores y motivos marítimos. Siempre aportaba su sello personal, siquiera para envolver aquellos marcos pintados con pan de oro o sucedáneos que propiciaban la distinción.

    Era un observador minucioso de espectáculos y festivales, televisados o de los que pudo haber sido testigo, tras los cuales siempre expresaba una opinión ecuánime y sosegada. Le gustaban las expresiones vanguardistas… pero hasta cierto punto. Lo suyo era la vieja escuela, las artes que conoció y asimiló a su aire, tras precisa observación y adaptación.

    De ello también supieron en Renania-Westfalia (Alemania) cuando formó parte de las delegaciones que visitaban varias ciudades para dar vida a un provechoso intercambio carnavalero. Aprendió el idioma y contribuyó decisivamente al entendimiento y desarrollo de los actos, los germánicos siempre tan ceremoniosos y exactos. 


Los espectadores que seguían el “Lunes de rosas” en el extraordinario coso de Düsselforf le llamaban y aplaudían a su paso con la correspondiente reina del carnaval portuense. Terminó convirtiéndose en un personaje apreciado y respetable que brillaba con discreción en las recepciones y actos oficiales.

    En fin, José Pérez Martín, un artista portuense de los de antes, modesto, eficaz y cumplidor que supo granjearse la admiración de multitud de portuenses.

                        Salvador García Llanos
   

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